Un grupo de amigos pescadores protagonizaron el hallazgo de los cinco sobrevivientes de la avioneta Cessna CP-1099, que se estrelló en una zona de difícil acceso en el departamento de Beni. El accidente ocurrió el miércoles, pero fue recién el viernes cuando los pescadores lograron llegar al lugar, en medio de un paisaje hostil dominado por pastizales altos, agua estancada y lodo profundo conocido como «yomomal».
Las dos pequeñas embarcaciones en las que se desplazaban eran impulsadas por motores “peque peque” y la fuerza de nueve personas, entre ellas dos mujeres. A pesar del esfuerzo colectivo, el avance era extenuante y lento.
Milan Lery Mancilla compartió en sus redes sociales videos y fotografías del momento, reflejando las adversidades que enfrentaron durante la travesía. “Gracias a Dios por darnos la oportunidad de encontrar y salvar la vida de estas personas que tanto necesitaban ayuda, después de una noche entera y casi un día de trabajo para llegar hasta donde estaban. ¡Qué felicidad verlos con vida!”, publicó.
Minutos después de que los pescadores lograron contactar a los ocupantes del avión, un helicóptero de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB-003) llegó a la zona y realizó la evacuación de los sobrevivientes, quienes fueron trasladados a Trinidad para reencontrarse con sus familias, cerrando así un capítulo marcado por la incertidumbre y el temor.
Según relató Lery, el grupo había salido a pescar aprovechando el feriado del 1 de mayo. Lo que parecía un día de descanso se transformó en una misión de rescate inesperada. Integraban el grupo su tío Faizar Ayala Mancilla; su esposa, María Esther Cuéllar; sus hermanos Armando, Elian, Roni y Rodrigo Mancilla, además de Meida Senzano y Héctor Rea. La elección del lugar no fue casual, pero sí afortunada: no visitaban esa zona desde hacía años.
“En medio de la nada se escucharon gritos”, recordó Lery a Radio Patujú, con la voz aún marcada por el cansancio físico. Era la noche del jueves, más de 24 horas después del accidente. Escuchaban voces, pero no podían ver a nadie; el yomomal lo impedía.
Tras confirmar que se trataba de los ocupantes del avión —a cargo del capitán Pablo Andrés Velarde Heredia—, el grupo regresó a la comunidad Pedro Ignacio Muiba en busca de ayuda. Al recuperar señal telefónica, intentaron comunicarse con varias personas, aunque muchos no respondieron debido a la hora.
Finalmente, decidieron regresar al pantano. Armados de machetes, remos y “singas” improvisadas, se abrieron paso durante horas. El camino era brutal, pero la determinación fue más fuerte que el entorno.
El encuentro con los sobrevivientes fue un momento de alivio indescriptible: el capitán, tres mujeres y un niño estaban con vida. Pocos minutos después, llegó el helicóptero que concretó la evacuación. Sin embargo, los pescadores quedaron a su suerte, enfrentando el regreso con el cuerpo exhausto, sin agua ni comida.
“El camino de vuelta fue aún peor. La vegetación parecía multiplicarse. Se nos acabó el agua y tuvimos que beber del yomomal, contaminado con gasolina de la avioneta. No teníamos otra opción”, relató Lery.
Llegaron casi desmayados a Pedro Ignacio Muiba alrededor de las cuatro de la madrugada del sábado. Allí encontraron descanso y seguridad, satisfechos por haber cumplido una misión vital, impulsada por la solidaridad y el instinto humano de ayudar sin esperar recompensa.
Vía: Red Erbol/ Radio Patujú