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OMS decidirá en octubre si la hoja de coca debe ser legal: Bolivia y Colombia lideran su defensa

Un ritual ancestral en los Andes —tres hojas de coca ofrecidas al viento— encierra una lucha milenaria que hoy resuena en foros internacionales. Bolivia y Colombia lideran una cruzada diplomática sin precedentes para despenalizar la hoja de coca, reivindicándola como símbolo cultural, medicina natural y patrimonio vivo de los pueblos andinos.

A más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, la coca no es solo una planta: es un vínculo con la Pachamama y una expresión de reciprocidad. El hallpay —uso ceremonial y cotidiano de la hoja— reafirma la identidad de los Runakuna, personas en comunidad, con obligaciones hacia la naturaleza.

Su valor no es solo espiritual. Investigaciones de Tim Plowman y Jim Duke (1975) confirmaron su alto contenido nutricional —calcio, proteínas, vitaminas— y el médico Andrew Weil ha documentado sus beneficios: regula el azúcar, combate el mal de altura, mejora la digestión y estabiliza el ánimo. “La coca es un regalo del cielo”, afirma. En Colombia, Perú y Bolivia, más de 9 millones de personas la consumen de forma tradicional.

La diversidad de la planta es vasta: desde la Erythroxylum coca de los valles amazónicos hasta la novogranatense del norte peruano, base del sabor original de Coca-Cola. Su uso se remonta a más de 8.000 años.

De planta sagrada a enemiga global

En 1961, la ONU incluyó la hoja de coca en la Lista I de sustancias prohibidas —junto con la heroína y la cocaína— pese a la falta de evidencia científica. La decisión se basó en prejuicios racistas de mediados del siglo XX. El informe Fonda (1949) ni siquiera entrevistó a usuarios tradicionales. Pablo Osvaldo Wolff, funcionario de la OMS, afirmó que la coca causaba “miseria” y “anestesia moral e intelectual” en los indígenas, sin presentar estudios válidos. Aún así, redactó el lenguaje que criminalizó la hoja.

La ofensiva andina

En 2009, el entonces presidente Evo Morales inició formalmente el proceso para corregir este “absurdo”. Proveniente del Chapare —región cocalera histórica—, exigió ante la ONU el respeto a la cultura andina. En 2023, la OMS aceptó revisar el estatus de la coca, y en octubre de 2025 presentará su informe técnico. La votación oficial se realizará en marzo de 2026 en Viena.

Durante la última sesión de la Comisión de Estupefacientes, el vicepresidente boliviano David Choquehuanca denunció que “la convención de 1961 fue un atentado contra la cultura de la vida”. La canciller colombiana Laura Sarabia añadió: “La hoja de coca no es dañina para la salud”.

Hoja no es droga

La confusión entre coca y cocaína ha sido central en la narrativa prohibicionista. Si bien la cocaína fue aislada en 1860 como un alcaloide útil en medicina, su toxicidad no refleja el perfil natural de la hoja. La diferencia es comparable a la de una almendra y el cianuro que contiene.

Paradójicamente, Coca-Cola importa más de 100 toneladas de hojas al año, tras extraer el alcaloide en laboratorios autorizados en EE. UU. Mientras tanto, un campesino boliviano puede ir preso por tener las mismas hojas en el bolsillo.

Lo que está en juego

Despenalizar la coca abriría la puerta al cultivo legal para miles de familias y permitiría reducir la deforestación causada por los cultivos clandestinos. También daría paso a estudios más amplios sobre sus propiedades medicinales.

Más allá de lo práctico, se trata de una reivindicación histórica. “La energía vital de esta planta no debe confundirse con la energía de la muerte”, afirmó Choquehuanca. “Es hora de liberarla”.

La decisión final dependerá del informe de la OMS y del voto de los 53 Estados miembros de la Comisión. Aunque EE. UU. ya no forma parte de la OMS, aún ejerce presión. Aun así, el viento sopla a favor de la coca.

Un punto de inflexión

Si la hoja es desclasificada, se abrirá una nueva era para los pueblos andinos. Si se reclasifica como sustancia médica, será un avance limitado pero valioso. El peor escenario sería mantenerla como droga prohibida.

Por primera vez en casi un siglo, la comunidad internacional podría reconocer lo que la historia y la ciencia ya han dicho: la coca no es una droga. Es una planta sagrada, un legado vivo que une cuerpo, espíritu y tierra.

Fuente: Infobae